13 ago 2014

Un mundo mejor ...

Resulta que fue otra noche más de esas donde no podía dormir, y mi cabeza parecía un gran desorden entre pensamientos revueltos, y confusos. Me encontraba tendida sobre mi cama, con la mirada fija en el techo, pero mi mente se encontraba mucho más lejos, reflexionando acerca de la vida, de cada paso que doy, de mis actos, de mis decisiones. Es inevitable pasar por alto esa sensación que hace que la piel se me ponga de gallina, creando en mi estómago un nudo, y esparciendo escalofríos por todo mi cuerpo. Tal vez he llegado a la etapa donde el hecho de pensar en todo lo que he vivido, y lo que quiero vivir me deja situada en medio del miedo, la incertidumbre, los nervios, y la intriga. Me encuentro en una línea que separa la persona que soy, y la persona que quiero ser. Lo que he hecho y lo que quiero hacer. Lo que he vivido y lo que quiero vivir. Lo que me han enseñado y lo que quiero poner en práctica de lo aprendido. Mis errores y mis lecciones. LO QUE COSECHÉ Y LO QUE VOY A RECOGER. 
Quizás alguien se sienta identificado. Quizás es normal. Quizás muchas personas antes de dormir dan mil vueltas, pensando en lo que va de su vida, y lo que desean en un futuro. Quizás esta incertidumbre sea de lo más común.
Siento que mi cabeza está harta de pensar tanto, pero a la vez, me cuesta callar mi voz interior, la que pareciera hablarme diez veces más de lo que suele hacer de costumbre. 
Me inquieta pensar tanto, me tortura hacerme miles de preguntas a las cuales no les hallo respuestas. Vivo constantemente creando y recreando en mi mente situaciones que sólo dejan más dudas. 
Pero después de tanto pensar, casi siempre suelo volver al mismo lugar, ese extraño rincón donde siguen mis inquietudes, mis incógnitas, aquellas dudas a las cuales algún día espero darles respuestas —que generalmente suelen estar vinculadas con este loco mundo en el que me toca vivir, repleto de injusticias, maldades, crímenes, tantos sentimientos negativos que envenenan el alma y el cuerpo, gente desquiciada, ambiciosa, llena de rencor. Un mundo que carece de lógica, casi siempre—. Y ahí es cuando caigo nuevamente en la realidad, en mi realidad, la que diariamente intento cambiar para bien. Porque soy de esas personas que todavía tienen esperanzas de que exista un mundo mejor, en la que haya justicia, igualdad, donde haya más amor y paz, que ambición y egoísmo. Muchos creen que lo que pienso no es más que grandes utopías. Sin embargo, yo creo que si todos pusiéramos un poquito de cada uno, este mundo podría ser hermoso. 
Creo —por más difícil que pueda ser— que todas las personas pueden cambiar, que todos pueden ser mejores personas si se lo proponen. 
Creo que si a todos, desde pequeños, les inculcaran "el amor al prójimo" y el "hacer el bien sin mirar a quien" en cada hogar, en cada centro educativo y recreativo, las personas crecerían con otra idea paralela a la que se refleja en millones de personas de nuestra actualidad. 
Creo también, que si pudiéramos encontrar más padres apoyando cada decisión que tomen sus hijos con respecto a lo que quieren ser, habrían menos personas frustradas o desmotivadas.
Creo que si existiese compromiso por parte de las personas en la medida que existe lo superficial, tendríamos una sociedad mucho mejor.
Creo en las personas que no tienen miedo a decir lo que piensan, en aquellas a las que no les importa el "qué dirán", las mismas que alzan la voz para ser escuchadas, reclamando sus derechos y luchando por una sociedad más justa.
Creo en las personas que no venden sus ideales por una cantidad de dinero, ni por un puesto de trabajo de mejor categoría. 
Creo en las personas que a pesar de todos los golpes de la vida, de los tropiezos y de las caídas, vuelven a ponerse de pie y no bajan los brazos, aunque duela demasiado cada puñetazo. 
Creo en aquellas personas que teniendo el corazón destrozado, las esperanzas por el suelo y los ojos empapados en llanto, le sonríen —o intentan sonreírle— a la vida.
Creo en las personas que siguen creyendo que hay personas sinceras y nobles, a pesar de las decepciones y los engaños.
Creo en las personas que al enamorarse entregan lo mejor de sí, aún teniendo en cuenta cuán desvalorizado está actualmente el amor, las relaciones y los sentimientos. 
Creo en las personas optimistas, que intentan ponerle la mejor cara a lo que sea, y que tratan de verle el lado positivo hasta a las peores situaciones.
Creo en las personas que aún vencidas no se dan por vencidas.


Más aún, creo en las personas que siendo lo contrario de las personas en las que creo, pueden llegar a ser lo que espero —y mucho más— para ver este mundo, convertido en uno mucho mejor.


Tania Natacha Herrera.

Ernesto "Che" Guevara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario